Camino por la vereda. Paso frente a ella. Ella pasa frente a mí. Miro sus ojos. Ella mira mis ojos. Ambos notamos lo que nuestras miradas reflejan. Ambos notamos lo que en nosotros quiere surgir. Ambas miradas expresan ese deseo y esa extraña sensación que nos embarga el pecho. Ambos desconocemos lo que realmente significa ese sentimiento. Ambos, por un segundo, intentamos pronunciar palabra. Ambos, por un segundo, dudamos. Ambos nos abstenemos de usar los labios, que de igual modo hablan con una tímida sonrisa involuntaria... Ambos cruzamos las miradas y ninguno se voltea a mirar, aunque ambos sabemos que los dos queremos hacerlo. Ambos nos preguntamos que hubiese pasado si no hubiesemos dudado. Ahora nuestras nucas se miran y despiden con tristeza. Ahora esas emociones que sentimos se desvanecen y nuestras vidas siguen intentando fingir que esos segundos nunca existieron, que esas miradas nunca se cruzaron.
Y si le hubiese hablado ¿estaría escribiendo esto ahora?
Tu gran interrogante
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