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lunes, 29 de octubre de 2012

LOS BUENOS EXTREMOS (2nda parte)

De pronto vi al caballero que estaba delante de mí. Sus ojos serenos, su atención centrada en el pequeño y su sonrisa inconmovible en el rostro. Hasta le empezó a hacer gracias a este angelito. 

No pude enojarme. 
Ese caballero, bastante mayor que yo, bastante más cansado seguramente, había optado por permanecer tranquilo y sacar provecho de la situación, de contemplar y disfrutar al niño. Yo en cambio -joven, con la vida por hacer- me había enfrascado en un sentimiento de angustia e ira sin ninguna razón de peso. En ese lugar sólo eran felices el viejo y el niño.

Los niños van. Los viejos vienen de vuelta.
Los jóvenes creemos que avanzamos, pero estamos parados más veces de lo que somos capaces de darnos cuenta.

miércoles, 3 de octubre de 2012

LOS BUENOS EXTREMOS (1era parte)

Aun ando medio "tiritón". Hoy me pasó algo trágico en el colegio: casi mato a un niño. ¡Sí! ¡No estoy exagerando! Iba saliendo de la inspectoría y cuando abrí la puerta (esas típicas de aluminio) un pequeño de 2° básico pasó corriendo y chocó contra ella golpeándose brutalmente fuerte su cabecita. Rompió en llanto por el dolor, y ni hablar cuando vio la cantidad de sangre (que de verdad era muchísima) que le caía desde la frente. Lo tomé y junto a otra profesora y una alumna de 4to medio lo llevamos al baño, a lavarlo... Mi suéter aún está manchado de sangre. Sin embargo, él no estaba enojado conmigo, al contrario me abrazaba fuerte en busca de consuelo cuando lo llevé en brazos al baño.

El día lunes estaba haciendo fila en el banco y llegó la infaltable señora con su molestoso hijo. El niño de unos 9 años no dejaba de pasar por entremedio de los que estábamos ahí, tomaba cosas del suelo y las tiraba nuevamente, gritaba todo el rato, movía los separadores de la fila abriendo unos espacios y cerrando otros...
- ¡Ángel! ¡No!- decía inútilmente la mamá cada veinte segundos. El niño, por supuesto, no hacía caso. En un minuto tomó la huincha de un separador y "cerró el paso" hacia la caja.
El primer perjudicado fue un abuelo que esperaba su lugar para pasar a la caja...
- ¡Ángel, deje pasar al caballero, pues!- decía sin resultados una vez más, la mujer.
- Es que no le toca todavía.- Respondió el angelito (de verdad se llamaba Ángel), y apenas salieron de su boca esas palabras empecé a pensar en una respuesta para cuando me tocara a mí ser el perjudicado. Yo ya estaba totalmente irritado.