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martes, 15 de diciembre de 2009

Popurrí de palomitas.

Aún tengo el dedo manchado con tinta desde ayer y aún tengo en mi mente (y -lo admito- en “Mensajes Guardados” en mi celular) algunas cosas que se me venían a la mente cuando veía las famosas “palomas” de los diferentes candidatos.

Cuando venía de vuelta de votar vi que habían aún algunas palomitas cuando se supone es ilegal tenerlas dos días antes del día de las Elecciones. También pensé que seguramente es más barato pagar la multa por dicha irregularidad, que contratar gente para que hagan ese trabajo.
Pensé en esa candidata a senadora que tenía, sin duda, la mayor cantidad de publicidad y que arrancó entre muchos la pregunta “¿Cuánto habrá gastado?”. Pensé en lo ambigua que puede ser la publicidad desde ese punto de vista. Finalmente ella no resultó ganadora, pero desconozco la razón.
También pensé en lo dificultosa que es la visibilidad al cruzar las calles por culpa de estos objetos publicitarios. Si es difícil para mí que soy peatón ¡Cuánto más será para los automovilistas! ¡Que peligroso!

Sin embargo, también tienen una gran utilidad práctica para la gente, que seguramente es lo que más le importa a los políticos.
Por ejemplo, hace unos días hubo una intensa lluvia sorpresiva y vi a dos hombres cubriéndose de la lluvia bajo una palomita.
También pienso en esos jóvenes universitarios manifestantes que utilizan las pancartas por el reverso para escribir sus exigencias y colgarlas o marchar reclamando con lienzo en mano. Así los políticos les ahorran una buena suma de dinero.
Por último, y no sé si esto es o no cierto, he escuchado que mucha gente trabajaba recortando las caras de los distintos candidatos y el comando opuesto le pagaba al rededor de 2 mil pesos por rostro. ¡Eso es dar empleo! ¡Gracias Palomitas!

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