ÚLTIMA DÍA ROBADO

Hace un tiempo estoy trabajando en un Colegio muy conocido de Temuco por su Educación de excelencia, sus excelentes resultados a nivel nacional, su perfil de estudiantes sobresalientes en deportes, inglés, pastoral y rendimiento académico...

Hace unos días me encontré con un alumno de 4to medio, ad portas de salir del colegio. Justo un día antes del último día de clases:

- Hola ¿cómo estás?.- me dijo.
- Hola. Bien ¿y tú? ¿Muy triste por el último día de clases?
- No, pa' na'. Lo único que quiero es salir de clases. Necesito tiempo para estudiar para la PSU.
- Pero ¿el Colegio no es para estudiar?
- Sí, pero igual... no es lo mismo...

Hace varios años que salí del Colegio y, a pesar de eso, recuerdo como si fuera ayer mi último día de clases. Ese abrazo apretado de mi amigo Felipe, las camisas firmadas por todos los de la sala, el quiebre de las reglas saliendo de la sala para despedirse de los otros 4tos...

Cuando hablé con este muchacho, hace unos días, pensé en lo triste que es no estar nostálgico por el último día de clases. No es que uno nunca vaya a ver a sus compañeros o ir a saludar a los profesores, pero sí es el fin de una etapa muy importante que merece un poco de saudade. Creo que es natural, sano, necesario y -por sobre todo- humano, no querer terminar esa etapa y sentir miedo por la que viene.

Lo más triste de esta historia es que unos días más tarde me enteré que a los 4tos medios les tenían una sorpresa ese penúltimo día: no era el penúltimo día, sino el último...
Más triste aún: la mayoría se alegró por eso.

Si el Colegio no les enseña a valorar ese último día, difícilmente podrán aprenderlo solos.



Con cariño para mis compañeros de 4to Medio que recuerdo con tanto cariño y respeto.