Nuevamente confirmo nuestro miedo de compartir con el otro.
Hoy en la micro íbamos doce personas, todos sentados solos. Cuando subió la decimotercera persona se vio obligada a sentarse con alguien, pues no había más asientos vacíos.
Me sigo preguntando si lo hubiese hecho aunque hubiese habido espacio.
Me sigo preguntando si se cambió a mi puesto cuando yo me bajé.