Llegas en uno de los momentos más duros de la historia de la humanidad en el último tiempo. En medio de una pandemia, de una crisis social y cultural tremenda, donde la desigualdad es brutal, la pobreza y la injusticia son cada día más fuertes… y el etcétera es interminable.
Sin embargo, llegas a llenarnos de
esperanza.
Llegas a darnos solidez como familia,
cuando afuera todo es incierto.
Llegas a darnos un mensaje de amor y de
vida, cuando afuera hay dolor y muerte.
Llegas a hacernos brillar nuevamente con
la tarea de ser padres, de ser familia y de ser hogar, cuando el mundo pareciera
no querer ver más llegadas, sino partidas.
¡Tu llegada será nuestra más refulgente luz!
Y, aun así, hemos decidido que llegues. Anhelamos
tu llegada (sobre todo tu hermana Celeste).
Llegas como un símbolo de que, en medio de toda crisis, hay siempre una luz de esperanza. Pequeña, casi imperceptible para el mundo, pero muy importante para nosotros, tu familia. Viene la esperanza vestida de niño, con deditos pequeños, pero que sujetan fuerte; con garganta apenas formada, pero que clama con vigor; con ojitos brillantes, que apenas ven a unos metros de distancia, pero que nos devuelven la capacidad de creer sin ver (como tu segundo nombre me lo recordará toda la vida).
Esa luz hoy eres tú, amado Facu. Símbolo de la esperanza en medio de la aparente oscuridad.
¡Tan rápido ha pasado el tiempo que no
había ni podido sentarme a escribirte estas líneas! Tan poco tiempo hemos
tenido en medio de esta vorágine actual, que poco te he pensado. No sé si
tendrás mi pelo, o los ojos de tu mamá, o la boca de tu hermana. Eres un maravilloso
misterio en este sentido…
Pero sé que serás grande, noble y
bondadoso. Y confío en Dios, que será mi compañero fiel de aventuras.
¡Eres un misterio que ya ansío conocer!
Te amo desde ya, Facundo Tomás.